Psicofármacos

drestevebarcelona - psicofármacos
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Todos los días receto psicofármacos. Como antibióticos, broncodilatadores, diuréticos, antihistamínicos. Pero, a diferencia de todos estos, existe un rechazo generalizado respecto de aquellos. Me refiero sobre todo a los antidepresivos y ansiolíticos, los dos grupos de psicofármacos más utilizados.

Lo que oigo en consulta es lo siguiente:

 “no quiero empastillarme”

 “todos esos medicamentos engordan”

 “no quiero estar todo el día como un zombi”

 “si empiezas, luego no puedes dejarlos”

 “todos esos medicamentos machacan el hígado”

 “yo puedo salir de esto sin pastillas”

y más…

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Es cierto que durante muchos años fue fácil acceder a ansiolíticos y se ha abusado de ellos, y que en ocasiones se han prescrito alegremente y sin las pautas adecuadas, ocasionando efectos colaterales indeseados. Pero creo que hay que desmitificar a los psicofármacos.

Las últimas generaciones de antidepresivos se caracterizan por la rapidez de acción, una clara disminución de efectos secundarios respecto a los antiguos y nula capacidad de dependencia física. Esto significa que pueden dejarse sin problemas, siempre que el motivo por el que se tomaron se haya resuelto. Si retiramos un yeso de una pierna fracturada antes de que suelde el hueso, no tenemos dependencia de la escayola: ¡Es que la hemos retirado antes de tiempo!

Los ansiolíticos, que tomados sin control desarrollan tolerancia (se necesita más dosis para conseguir el mismo efecto), no plantean problemas si están prescritos por un médico y éste efectúa un seguimiento. Como en todas las enfermedades y en todos los enfermos, cada caso es singular, y todos los tratamientos deben individualizarse.

El único inconveniente de los psicofármacos es que, lamentablemente, no cambian la realidad. En cambio, proporcionan un alivio razonablemente rápido del sufrimiento emocional. Por eso son fármacos salvadores. Por eso, como en los demás fármacos, hay que utilizar todos los necesarios y sólo los imprescindibles.

Creo también que la eficacia de un medicamento se ve siempre incrementada por un «excipiente» imprescindible: La confianza en el médico que lo prescribe.

Dr. José María Esteve Barcelona