Divorcio con hijos

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Divorcio con hijos

La separación de la pareja (2)

“No me separo por ellos”

Divorcio con hijos… Creo que todos lo hemos oído alguna vez, hasta puede que lo hayamos pensado. Es normal. Aunque la relación conyugal se haya deteriorado, el amor paterno no desaparece. Da igual que tengan un año de edad o diecisiete. Sentimos que nuestra presencia a su lado es necesaria, creemos que nuestro criterio educativo es mejor que el de nuestra pareja y, por último y muy importante, tememos que el alejamiento que impone la separación nos distancie emocionalmente de ellos. No queremos perderlos. Si a ello sumamos los demás componentes añadidos que siempre llevan consigo la separación o el divorcio, encontramos parejas que mantienen la convivencia más allá de lo conveniente.

Debo dejar claro que no me gusta nada que las parejas —con o sin hijos— se separen. Prefiero que decidan recomponer su relación y aprendan a darse el uno al otro. Pero si la situación ha llegado a un punto sin retorno, creo que es mejor proceder a una buena separación en beneficio de toda la familia.

Divorcio con hijos
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A la separación no suele llegarse en dos días; durante los meses o años previos se dan signos más o menos claros del deterioro de la relación. Es posible que las discusiones sean más frecuentes, o más elevadas de tono. O que se den faltas de respeto entre los padres, descalificaciones personales y, en los casos más descontrolados, agresiones verbales o físicas. Todos pensamos que en estos casos hay que evitar a los hijos el espectáculo de la degradación de la convivencia.

No siempre sucede así. En otras ocasiones, la pareja decide terminar con su relación, pero por algún motivo (conveniencia económica, presión social, familiar, religiosa o, precisamente, para evitar a los hijos el trance de la separación), mantiene la convivencia doméstica. Es muy probable que no discutan, o que lo hagan en un tono de voz educado y discreto. Puede que den una imagen de absoluta corrección, y que sólo los muy cercanos —a veces ni siquiera éstos— perciban la realidad. Pero los hijos sí ven lo que no ocurre: La ausencia de muestras de cariño entre los padres, la falta de afecto, de ternura, de complicidad… Ven a unos padres que son buenos compañeros de piso y gestionan adecuadamente las necesidades materiales de la familia. No ven amor. No ven que se quieran.

La elaboración emocional del modelo de pareja o de convivencia, está basado primordialmente en el de la propia familia. (En segundo lugar está el modelo de los más próximos socialmente y el de los medios de comunicación). De ahí la responsabilidad de transmitir a los hijos una imagen que sea un ejemplo, un referente válido para el establecimiento de su propia pareja en el futuro.

Es una lástima que una familia se deshaga, pero se romperá menos separándose bien que si permanece artificialmente unida.

Dr. José María Esteve Barcelona