Dejar el tabaco. Para los que hemos fumado, el cigarrillo ha sido una compañía insustituible en multitud de ocasiones: estando solos, acompañados, esperando, descansando, creando, con la comida, el sexo, la lectura… Todos sabemos que es sumamente dañino, pero nos resistimos a dejar para siempre a un amigo de toda la vida y nos engañamos diciendo “no es tan malo”, “puedo dejarlo cuando quiera”, “este no es el momento adecuado”, “cada vez fumo menos”, y otros variados argumentos.
Por mi experiencia profesional estoy convencido de que no es difícil dejar de fumar, sólo es difícil llegar a tomar la decisión. Si decimos “voy a intentar dejarlo” es fácil fracasar; si afirmamos “VOY A DEJARLO”, el éxito -con ayuda o sin ella- está casi asegurado, como cada vez que hemos tomado una decisión importante en nuestra vida. Todas las medidas adicionales (chicles, fármacos, acupuntura y otros) no son más que ayudas, bastones de apoyo que facilitan la tarea, pero que suelen fracasar si fiamos exclusivamente a ellos el éxito de la empresa.
Así, la clave está en la motivación: ¿Tengo algún motivo importante para dejar de fumar? ¿Temo darme cuenta de ello? ¿O quizá soy tan corto de vista que no lo percibo? ¿Qué ejemplo de consecuencia ofrezco a mis hijos si fumo sabiendo lo que todos sabemos del tabaco? Seguro que hay alguien para quien mi salud es importante, aunque sea sólo para mí mismo…
Ojalá que algún día -puede que pronto- llegue a pensar que “hoy es el primer día del resto de mi vida”. Una vida sin tabaco.
Dr. José María Esteve Barcelona