Comunicación y relación.
Es necesario confiar… y arriesgar. “El que siga sus pasos saldrá adelante…” rezaban las instrucciones de Indiana Jones / Harrison Ford ante el profundo precipicio que le separaba del Santo Grial (Indiana Jones y la última Cruzada). Al dar el paso en el vacío se abría milagrosamente el camino, hasta entonces invisble, que le llevaría al otro lado por obra y gracia de Steven Spielberg…
Pero esto, ¿qué tiene que ver con la comunicación y la relación entre humanos? Vivimos en los años dorados de las redes sociales, emails, youtube, twitter, whatsapp, instagram… a veces incluso hablamos por teléfono. En verdad, ¿todo eso es comunicación? ¿Relación? Quizá estamos confundiendo términos, y al decir comunicación estamos hablando de información, de transmisión de datos.
Las palabras desnudas tienen un significado estricto. Si afirmo: “¡Qué contento estoy!”, la frase sólo tiene un sentido. Dependiendo del tono de voz, de la mirada, la expresión de la cara, aparecen los matices que expresan una variada gama de sentimientos, incluido el contrario del aparente. Podría querer significar que NO, que NO estoy NADA contento. Por eso en los mensajes de telefonía móvil aparecieron los emoticonos (“Representación de una expresión facial que se utiliza en mensajes electrónicos para aludir al estado de ánimo del remitente”, según el Diccionario de la Lengua Española, ed. Año 2014). Así reproducimos gestos que expresen alegría, sorpresa, enfado, desconfianza, aplauso…
Es curioso que necesitemos imágenes para dar sentido y calidez a las palabras, cuando nuestro idioma puede transmitir sentimientos a través de muy variados signos de puntuación… También llama la atención que adolescentes y jóvenes dicen “he hablado con Juan” para referirse a mensajes escritos —con o sin emoticonos— sin que hayan escuchado la voz de Juan en ningún momento.
Todo el mundo está de acuerdo en que “una imagen vale más que mil palabras”. Para que la comunicación sea relación, la palabra desnuda debe vestirse con imágenes, sonidos, gestos… de esa manera transmito al otro lo que pienso, siento, odio o amo, y el otro me devuelve asimismo sus sentimientos. Resulta muy fácil mentir con la palabras, pero muy difícil con los gestos. Éstos desmienten lo que estamos diciendo con la boca. Los niños —y muchos animales— lo perciben claramente. Así, la comunicación no verbal tiene mucha más importancia que la palabra para las relaciones humanas.
También es fundamental el contenido de lo que se comunica. No basta con hablar, es preciso que lo hagamos sobre la relación que tenemos con el otro. Necesitamos saber sus ilusiones y proyectos, transmitir los nuestros, comentar las alegrías y decepciones de cada día, y sobre todo compartir —con palabras— cómo nos sentimos mutuamente con respecto al otro. Si esto no se da, nuestra convivencia será cortés, grata, pero carecerá de calidez y verdadera sintonía, será una relación superficial y quebradiza.
Cuando la relación entre las personas atraviesa momentos difíciles, es fácil confundir o tergiversar el mensaje que se recibe. Los malentendidos pueden arruinar la convivencia con gran facilidad, por eso es necesario abandonar los prejuicios cuando se está conversando, de lo contrario esa comunicación está condenada a fracasar. En mi experiencia como terapeuta, si dos personas quieren entenderse, la mitad del trabajo está hecho. En caso contrario, el camino es largo y el final incierto. Por eso, antes de empezar a hablar, es útil preguntarse: “¿Quiero buscar puntos de encuentro y entenderme con el otro, o sólo defender mi postura sin escucharle?”
En ese momento es cuando hay que arriesgar: Nadie nos garantiza que nuestro intento de confiar tendrá la respuesta adecuada. Es posible que demos un salto mortal y sólo encontremos el vacío, pero si no saltamos, si no arriesgamos, es muy posible que nos quedemos en el borde del abismo, a muy poca distancia del otro, sin llegar nunca a él.
Dr. José María Esteve Barcelona