Mitos y verdades de la hipertensión

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Mitos y verdades de la hipertensión arterial.

Pocas enfermedades están tan universalmente extendidas y son tan poco conocidas como la hipertensión arterial (HTA). Es traidora, porque no suele dar síntomas, y el primer aviso puede ser una complicación seria. Por tanto, es prudente realizar una toma al año, como mínimo.

Los requisitos para que una determinación de tensión arterial sea correcta son los siguientes: La persona debe llevar algunos minutos sentada, la vejiga vacía, el brazo sin nada que oprima o estorbe (no vale subir la manga, salvo que sea muy ancha). Hay que palpar el lugar en que late la arteria humeral y colocar ahí el sensor del brazalete (si es electrónico) o la membrana del fonendo, si lo hace un profesional. Los instrumentos electrónicos son razonablemente fiables, los de brazo mejores que los de muñeca. En esta página se encuentran modelos validados por la Sociedad Española de Hipertensión.

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La presión arterial no es permanentemente la misma a lo largo del día. Cambia según lo necesita el organismo, igual que en el motor del coche entra más o menos gasolina cuando pisamos el acelerador. Por eso la presión oscila y es diferente según la actividad que desarrollemos. La pregunta más repetida en consulta es: ¿Cuáles son las cifras normales de tensión? ¿Cuándo me debo de preocupar? Con la salvedad de que hay circunstancias especiales (embarazo, infancia u otras) podemos regirnos por esto: En reposo, como se describía al principio, la presión “máxima” o sistólica debe ser inferior a 140. La «mínima» o diastólica no debe llegar a 90. El mito de que “la mínima debe ser la mitad de la máxima más uno, y si no la tensión está descompensada” es absolutamente falso. (Por lo menos, a mí no me lo enseñaron en la facultad). Como criterio de base, si las cifras llegan o sobrepasan los 140 o 90, no hay que preocuparse: Hay que ocuparse.

¿La HTA se cura? ¿El tratamiento es para siempre?

Si está causada por otra enfermedad, al tratar ésta, la HTA mejora o puede curarse. Pero casi siempre es “esencial”, es decir, aparece porque sí, sin nada especial que la produzca. Esta hipertensión no se cura: Se controla. Puede que mejore, pero por regla general va a necesitar medicación constante.

¿El tabaco sube la tensión?

Pues directamente no, pero indirectamente sí, y mucho. Mientras se fuma la presión de las arterias no cambia, pero el hábito continuado endurece la pared de la arteria, que deja de ser elástica. Al endurecerse., la presión de la sangre aumenta en la tubería (la arteria). Dicho de otra manera, la HTA y el tabaco son dos boletos diferentes para el mismo premio, que no es un buen premio para la salud…

“Soy hipertenso, pero mi tensión es emocional”.

Puede ser así, puesto que hay personas que desarrollan muy rápidamente cifras elevadas de presión arterial con ocasión de situaciones estresantes. Pero eso no quiere decir que no deban ser tratadas. Si una crisis hipertensiva desencadena una hemorragia cerebral no nos va a consolar nada que haya sido por una causa emocional. En consecuencia, la HTA emocional también debe tratarse.

Por último, hoy disponemos de muchos fármacos eficaces para tratar la enfermedad, lo que permite individualizar los tratamientos y adecuarlos a cada caso concreto. Por eso lo que le va bien a un hipertenso no tiene porqué funcionar igual con otro y por el mismo motivo tampoco es buena idea modificar por cuenta propia la medicación que se está tomando. Es muy fácil equivocarse y que el error  tenga consecuencias desastrosas. En caso de duda, no tengo clara la utilidad de leer el prospecto del medicamento, pero sí estoy seguro de que hay que consultarlo. Preferiblemente con un médico.

Dr. José María Esteve Barcelona