Dieta, obesidad, nutrición

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Las palabras dieta, obesidad, nutrición son de las más escritas, dichas y oídas en medios de comunicación, mercados, peluquerías, farmacias, librerías… e internet. Un hartazgo. Todo el mundo sabe de dietas, ha hecho dietas, ha fracasado con dietas, y es sumamente escéptico respecto de ellas. Curiosamente vivimos en estos últimos años una explosión de enseñanzas culinarias en los medios de comunicación, en un país con una larga tradición en alta cocina y excelentes materias primas.

Creo que en España sabemos cocinar, pero no sabemos comer (con las consabidas excepciones, que ruego me disculpen). Desconocemos los principios elementales de la nutrición, que se enseñan en los colegios, pero se olvidan en la casa, la calle, la oficina, los eventos sociales. La globalización ha contribuido a la desestructuración alimentaria. Es fácil comer de todo y en cualquier sitio. Hace cincuenta años se les decía a los niños : “Hoy hay lentejas y albóndigas”. Ahora se les pregunta qué quieren comer.

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Los alimentos precocinados ganan cada vez más terreno por la más simple de las razones: ahorran tiempo. Una gran mayoría de quienes trabajan debe hacerlo en comedores de empresa o en restaurantes de menú. Los fines de semana comemos fuera de casa. Celebramos la Navidad, los cumpleaños, bodas, bautizos, comuniones, aprobados, vacaciones, aniversarios… comiendo. Pero no cualquier cosa, no: De todo y en abundancia, nunca pensando en hacer una alimentación equilibrada, sino en el placer gastronómico.

Eso sí: Nuestra sociedad rinde culto al cuerpo. El éxito es más fácil -en casi todo- para los delgados, y queremos cuidar nuestra imagen porque muchas cosas importantes dependen de ella. ¡Qué terrible paradoja! Para cubrir esa necesidad han florecido las mil y una dietas que nos prometen una velocísima pérdida de peso sin ningún esfuerzo por nuestra parte, como tocados por la varita mágica de Harry Potter.

También hay médicos que utilizan dietas y fármacos que “funcionan”, a sabiendas de que suponen un riesgo para la salud de sus pacientes; no se puede forzar al cuerpo impunemente con dietas desequilibradas, porque se resiente el equilibrio de sus funciones.

Adelgazar es fácil, en contra de lo que generalmente se piensa. No había obesos en los campos de concentración europeos el siglo pasado. La  combinación de dieta hipocalórica extrema, trabajos forzados y angustia por la supervivencia adelgazaban, pero reducían notablemente la esperanza de vida de los recluídos.

En conclusión: No todo vale para perder peso. (Continuará).

Dr. José María Esteve Barcelona